Gestión cultu...qué?
De la importancia de la gestión cultural en el contexto nacional actual.
Hablar de gestión cultural en el Perú en el contexto actual puede resultar una tarea bastante compleja. Entablar un discurso o un diálogo no es algo que uno suponga particularmente trabajoso, claro está, si previamente ambos interlocutores conciben una idea similar del tema a tratar. Esa es justamente la trampa al hablar de gestión cultural. Precisamente porque muchos conceptos y variables que forman parte del universo de la cultura se encuentran en continua discusión, no habiendo en muchos casos llegado a un consenso o bien por una constante modificación de los mismos.
Esto inmediatamente evoca a un primer asunto que encierra a todas las ciencias sociales. Las ciencias, como se sabe, poseen tanto un objeto de estudio así como una metodología clara y eficaz para analizar dicho objeto. Claro, en todas las ciencias, los expertos innovan cada día. Dichas innovaciones y descubrimientos, cada cierto tiempo cambian el paradigma sobre el cual se ha venido trabajando y así cambian no solo la metodología, la aplicación y la producción, sino que también (pero mucho más lentamente) cambia la manera en la que las personas, los científicos se acercan al problema. Van a existir siempre los que defiendan los métodos antiguos y tradicionales y van a existir los que con sumo entusiasmo se entreguen a las virtudes de las nuevas tecnologías, así como los habrán posicionados entre ambas posiciones. Pues bien, en las ciencias sociales la figura es la misma, sin embargo nos encontramos con un elemento diferente, que el objeto de estudio es el mismo que el que lo estudia: el ser humano.
Pensemos entonces en la vida cotidiana. Imagínese entonces las innumerables discusiones viscerales en las que se ha visto envuelto con personas que no tienen y jamás tendrán la misma visión de la humanidad y todo lo que esta encierra, que usted. Ahora, traslademos este panorama al terreno de las ciencias. En un panorama caótico y complejo.
Para empezar a hablar de gestión cultural tenemos necesariamente que comprender que este caos que presume el panorama anteriormente mencionado evoca a un sinfín de elementos, agentes y mecanismos que finalmente conocemos como cultura. Debemos previamente hacer un acercamiento a los distintos conceptos que son parte de la cultura y que deben ser estudiadas y entendidas continuamente. Hablar por ejemplo de interculturalidad, desarrollo, centralismo, movilidad, crecimiento, etc. Una lista de conceptos que no están cerca de ser consensuados y que influyen deliberadamente en el entendimiento de lo que es, finalmente, la cultura.
CULTURA = EDUCACIÓN = CONOCIMIENTOS = MODALES
En el Perú, el concepto de cultura se relaciona de inmediato con el nivel intelectual de una persona, por lo general atribuido a la educación. Entonces no es extraño escuchar que una persona tiene o no cultura, o que otra tiene “mucha” cultura porque va seguidamente al teatro o a la filarmónica. Algunas veces se encuentra tan arraigada dicha concepción que se utiliza inclusive a
un nivel intra e interinstitucional, relegando las labores en el campo de la cultura a la producción, promoción y desarrollo de las artes y las letras y a la apertura de nuevos “espacios” culturales tradicionalmente concebidos como museos o salas de exposición, librerías, salas de teatro, etc. En otras ocasiones, mayormente al desarrollar políticas de inclusión y canales de comunicación con comunidades periféricas, se limita el ámbito de la cultura a las artes tradicionales y el folklore.
Finalmente, con respecto a la coyuntura actual popular, es decir, a lo que a nivel de inclinaciones masivas se refiere o más fácilmente, a lo que “está de moda”, algunos grupos urbanos relacionan la cultura automáticamente con patrimonio nacional, en donde la arqueología termina por llevarse la parte más grande de la torta y finalmente por supuesto, no se puede dejar de señalar a la gastronomía como nuestra insignia estelar e incólume cultural.
Si bien, todos estos elementos anteriormente mencionados son una parte de gran valor e influencia en el ámbito de la cultura, no podemos perder de vista que ésta abarca aspectos mucho más amplios (y complejos de entender) y que tienen que ver con los procesos sociopolíticos que se encuentran en continuo movimiento y cambio.
El contexto actual exige que se tomen en cuenta los procesos de globalización y diversificación que se viven con la ayuda de la inmediatez de la información y el avance de la tecnología, fenómenos que conviven sin embargo con la existencia de poblaciones que no cuentan con dichos conocimientos ni acceso mínimo pero que se encuentran dentro de una misma delimitación política siendo influenciadas por la misma problemática y deben por lo tanto también ser tomadas en cuenta. Un contexto en donde el consumidor tiene, por primera vez en la historia, un poder incuestionable sobre las marcas que se traduce en testimonios en redes sociales, denuncias en medios de comunicación, firmas, eventos, marchas y movilizaciones pero en donde las políticas empresariales e institucionales continúan maniobrando muchas a veces a espaldas de los derechos civiles y humanos. Un contexto en donde la igualdad de género, la responsabilidad ambiental y social, la paz internacional y el respeto por la vida son el discurso de cada día pero donde cotidianamente las prácticas sigan apuntando hacia la discriminación, el abuso de poder y la informalidad.
He aquí la gran importancia de una profesionalización del sector y de los agentes culturales, así como la formación de nuevos gestores cuya responsabilidad se cierne en torno a elaborar políticas culturales inclusivas y trasversales que tomen en cuenta los nuevos discursos no solo de las tribus urbanas emergentes, sino también de aquellas voces de protesta eterna pero aún sin rostro. Si bien la actuación del gestor tendrá que ver con recursos y administración (como fue concebida en sus inicios), hoy se sabe que las necesidades de intervención exigen, como bien señala Jorge Bernárdez López, mayores conocimientos y «…aunque los gestores culturales utilicen las mismas técnicas de gestión que otros profesionales (…), la misión del gestor cultural no es modificar o hacer más comercial la obra (como a menudo se acusa), sino encontrar el mercado adecuado para la misma combinando adecuadamente el resto de las variables de la gestión…». A su vez, los requisitos de un profesional de la cultura tienen también mucho que ver con la intuición, la pro actividad y la sensibilidad social ya que requiere la gestión de recursos y capital humano.
Si, como afirma Adolfo Colombres «…una primera definición que nos acerca a las posibilidades de la palabra (gestión cultural) es que si bien ésta está relacionada con la administración, con la obligación de rendir cuentas también implica dar origen, generar, producir hechos, conducir, realizar acciones.», entonces para lograr el éxito de tales tareas, es necesario mantener un diálogo constante con los modos de vida, valores, costumbres y discursos de la comunidad con el objetivo de garantizar la verdadera interculturalidad en los procesos de desarrollo, entendido este no solo como crecimiento económico, sino como una serie de procesos y herramientas que permitan a las personas la disminución de sus vulnerabilidades y que garanticen su libertad.
En este sentido, se debe hablar de interculturalidad en la medida de la tolerancia, el consenso y el respeto. Esto, de ninguna manera, resulta simple. La interculturalidad resulta a través de procesos de comunicación de dos o más culturas, que implica necesariamente uno de dos procesos: la inserción o la integración; y que debe alcanzar de primera instancia la construcción de una amplia ciudadanía.
No es gratuito que ya desde la década de los ochentas se empiece a hablar de cultura y desarrollo como un dúo, en donde la gestión cultural juega un rol determinante para la transformación social, no solo porque se centra en los procesos de promoción, producción y evaluación de las artes y las letras y el análisis de los modos de vida de las personas involucradas y afectadas en dichos procesos sino porque ante la diversificación de elementos y agentes culturales (a veces antagónicos los unos con los otros) el gestor aparece como mediador para el diálogo, como un tercer agente que de manera estratégica impulsa la relación y la cooperación entre aquellos y que finalmente busca la resolución de conflictos cuya finalidad será siempre la del desarrollo humano y cultural.
La complejidad de la tarea del gestor cultural no es tal solo por la envergadura de su intervención, sino además porque los objetivos para los cuáles ha ido forjando sus conocimientos son igual de heterogéneos que las múltiples disciplinas desde las cuáles provienen los profesionales de la cultura. Además, las conformaciones de los organismos culturales pueden variar según los objetivos para los cuales fueron creados y pueden (y deben) ser analizadas y referidas según el nivel de impacto que ejerzan en la población, ya sea este positivo o negativo.
Quedan finalmente muchas puertas que abrir. Nos encontramos frente al nacimiento de una nueva etapa nacional respecto a la cultura y que además se presenta con entusiasmo y con claros indicios de un futuro favorable. No solo la cada vez más potente producción y promoción de servicios y bienes culturales, la multiplicación de casos de éxito de gestión cultural nacional, del cual en difunto INC tiene una amplia data publicada en el año 2006 , la cada vez más amplia oferta y demanda de formación de nuevos profesionales, la reciente creación de nuestro Ministerio de Cultura y la existencia del felicitado Viceministerio de Interculturalidad (cuyos nuevos lineamientos de política cultural han sido publicados el año pasado ), el trabajo eficaz y permanente que bajo este paradigma intercultural vienen trabajando desde hace años instituciones como CENSI (el Centro Nacional de Salud intercultural) perteneciente al INS, o proyectos de desarrollo como SERVINDI (Servicios en comunicación Intercultural) y Chirapaq, por mencionar solo algunos de entre muchos.
El reto hoy por hoy radica no solo «…desde la debilidad de un sector cultural con poco peso en el conjunto de las políticas culturales y desde el hecho de ser un campo de profesionalización reciente y con escasa investigación aplicada. » como indica Martinell en Los Agentes Culturales ante los Nuevos Retos de la Gestión Cultural (1999) sino en trasladar todos estos conocimientos y herramientas a nivel multisectorial incorporando problemáticas sociales que no están siendo atendidas por el sector pero que son indudablemente parte de nuestra cultura e idiosincrasia, incorporando un claro panorama hacia la garantía de derechos básicos de grupos humanos como las comunidades afectadas por la minería (legal e ilegal) o la comunidad LGTB, cuyas luchas están tan presentes hoy en día, brindando así no solo una relevancia en tanto políticas institucionales, sino generando un peso social de parte de una población bien informada, que nos permita dejar atrás visiones trasnochadas e intolerantes y en donde finalmente, celebremos la diversidad.